23 de octubre de 2022

Volvemos a la carga

Hola a todos, creo que estoy de vuelta y quizá más melancólica que de costumbre. Hace mucho que no escribo y es muy posible que ni os acordéis que hace unos años escribía mis pensamientos en un blog de pacotilla. Pero ahora todo ha cambiado, el mundo, yo y las redes sociales. Está todo muy caótico y creo que he decidido volver a serenar mi mente escribiendo, aunque no me lea nadie, aunque sea tan egocéntrica que solo me gusten a mí mis versos.
Desde el 2019 no escribo nada de nada. Bueno, miento, he intentado escribir por instagram todo lo que hacía por aquí, tratando de conseguir ser alguien en este mundo de farándula. Con el tiempo he pasado de escribir, de poner frases de cosecha propia (aunque a veces me da por hacerlo pero no recibo más de lo que recibía por aquí) a comportarme como el resto de la gente y mostrando cuan feliz soy con lo que tengo (o no) y de vez en cuando haciendo el tonto creyéndome influencer y  pensar que de verdad estoy influenciando en alguien. Pero es que yo soy así, me gusta leer, escuchar música, comprar, enseñar y un sin fin de cosas que me gusta mostrar a la gente aunque eso les sude las pelotas. Vamos, yo en toda mi esencia. 
Llevo acordándome del blog demasiado tiempo y pensando en que debería volver a escribir sobre toda la locura que hay en la vida, a mi alrededor y en mi. Es mentira si digo que siempre que me vienen frases a la cabeza no las plasmo en notas, que si me vienen historias que escribir, apunto cinceladas en una hoja para escribirla más tarde y la dejo olvidada. Echo de menos a la Paula de aquellos años. Y es que sólo me queda echarla de menos porque todo ha cambiado y porque yo no soy la misma, ahora soy tres años mayor. Tres años de locuras que es un despropósito no contarlas. Tres años de ideas, pensamientos que no plasmo en un papel. Que solo una vez al año, cuando encuentro mi cuaderno, le cuento todo lo diferente que hay en mi. Pero ya paso, quiero que el mundo lea mis sentimientos ante esta realidad de la que no estamos de acuerdo. 
Estamos a octubre del año 2022 y lo último que escribí fue del comienzo de un nuevo año. El preludio del caos. Por ello, y porque me apetece, voy a escribir breves resúmenes de estos tres (casi cuatro) años que tanto me han cambiado la vida y a mi.

El año 2019 pintaba bastante bien, comencé con buen pie, aprobé el primer año de laboratorio y el verano… La verdad que el verano es para recordar, por lo bien que me lo pase y porque sería totalmente diferente a lo que se nos echaba encima. Trabajé un mes con una de mis mejores amigas, me fui al pueblo con un poquito de dinero que yo misma me gané y lo disfruté al máximo con mis otras mejores amigas. La vida me estaba dando buenas vibraciones. Un nuevo curso en el que me esperaban unas prácticas, si aprobaba todo, de lujo en un hospital cerca de mi casa… pero… ¡SORPRESAS! El comienzo del segundo año de laboratorio fue ante todo, un desastre, sobre todo en una asignatura en la que no tuvimos un profesor decente hasta mediados de noviembre (creo) y entre medias, profesores que venían e iban. Mi primer concierto de Aitana (lo siento, me he vuelto demasiado fan) y se terminó el año de la mejor manera. Y llegó el año más caótico de la historia.  
Vino el tan inesperado 2020 con estrés por los exámenes. Todavía me acuerdo de aquel enero y de  mi amiga Laura cuando fuimos a por los delitos sexuales para las prácticas diciendome: “Tía aquí hay mucho chino, a ver si me van a pegar el virus ese” ella hipocondriaca y yo ingenua, le dije: “Laura tía, eso sólo va a estar en China”. También fui al concierto de los Jonas Brothers con mi amiga Ana Isabel que vino de Sevilla en plan locurilla. Pero más locura es pensar que ese 28 de febrero sería el último concierto normal al que iría en un tiempo. En Marzo fue la hecatombe, nos volvimos locos, con razón. Si me preguntáis si recuerdo algo fue el suspender el cumpleaños de mi prima por todo lo que estaba pasando, ir al Mercadona y encontrar todo vacío. Era una guerra en la que sólo había malas noticias y crecían. Menuda incertidumbre encerrados mirando la televisión y no saber lo que de verdad era. Hay veces que me da por recordarlo y me dan ganas de llorar y llorar… Pero, aunque para mucha gente fue la peor etapa de su vida por los acontecimientos trágicos, para mí fue un despegue laboral.  El 19 de marzo de 2020 me llamaron del Hospital Ramón y Cajal para trabajar como técnico de farmacia. Tenía miedo, me llamaban de un hospital en mitad de esta guerra biológica en la que sólo había muertos y un sin fin de sanitarios enfermando por el virus y por el agotamiento. ¿Estaba yo preparada para lo que se me venía encima? Pues sí, era una lucha en la que el destino me había dejado decidir si estar y no pensé en las consecuencias, tiré para delante, no podía estar encerrada viendo todo desde fuera, sin ayudar. Aprendí de la manera más rápida que pude junto a muchísima gente que se sumó en esta locura, de la que, se supone, saldríamos mejores personas (pero ese es otro tema). Fue una época dura. El año más raro… encerrados, con toques de queda, la dichosa mascarilla… en fin… Os podría contar de tantas cosas que he visto y de las que me he librado de ver por trabajar en la farmacia… Añadamos a eso que vi poquísimo a mis mejores amigos, mi otra familia. De las cuales dos de ellas pillaron el virus. Macarena, malísima, que cuando me contó lo mal que lo pasó más adelante, me hizo arrepentirme de no llamarla más, de estar más pendiente y Pilar, que casi se me va para el otro barrio y con la cual pensé exactamente lo mismo. En mitad de ese marzo tan horrible, a punto de cumplir los veinticuatro, mi abuelo es ingresado como supuesto covid en otra puñetera comunidad.. Si no estaba ya suficientemente cansada en 10 días de trabajo y con dos amigas fatal, sumemos eso. Sin duda eso fue duro pero la peor sensación, los peores sentimientos y de lo que me acuerdo con un nudo en la garganta  fueron de las dichosas Navidades… Las peores Navidades de la historia. Lo único que hice en nochebuena era llorar, hacer videollamadas con toda la familia y llorar. Estábamos todos bien pero mi corazón no, quién sabría si sería la última Navidad en la que estuviéramos todos. Por suerte, no. Pero el ver a mi abuela sola, mis tíos solos, nosotros solos, mis primos, cada uno en su casa, cada uno intentando llevarlo de la mejor manera… dolía demasiado. Mentiría si os dijera que no estoy escribiendo esta parte con lágrimas en los ojos. Sé que quizá penséis, ‘por lo menos no perdiste a nadie ese año’. Y qué verdad. Pero el tenerlos a todos y no poder compartir una fecha tan especial, me dolía en el alma.
El 2021 trajo una nueva normalidad de la que no sabíamos si saldríamos, si duraría años o si en algún momento volveríamos a aquello con lo que se quedó el 2019 y una Filomena que nos hizo disfrutar el primer día a los que estábamos ya en nuestras casas. ¿Pero qué os estoy contando si todos pasamos por eso? ¡Pues qué razón! Lo único diferente fueron las vacaciones y es que, MENUDAS VACACIONES. Contando con que ese verano disfruté del pueblo de mi mejor amiga y me fui con mis otras dos mejores amigas a Valencia, se supera. Disfruté de la playa por partida doble con mis padres también, me fui al pueblo a pasar algo de tiempo con mis abuelos. ¡JODER! Me quitaron las navidades pero disfruté al máximo de mi familia al completo. Invité a mi hermana al concierto de su vida, volví a un concierto de Aitana y esas Navidades fueron maravillosas. Algo para recordar. Estaba pletórica. Disfrutando tanto de todos, de sentarnos a cenar todos juntos, pelearnos por quién se está comiendo el embutido o si las chirlas (como les decimos nosotros) bajan demasiado deprisa y todos tenemos que probarlas. Tan hinchado tenía el pecho, tanto amor escondido… Madre mía… Qué poco conscientes somos de lo que tenemos. 

Y el 2022 ha venido pisando realmente fuerte. He sentido tantísimas emociones juntas, a la vez, por separado, un día estaba arriba y al día siguiente tan abajo… Pero como siempre digo, renaciendo de las cenizas. 

Como actualización, no estoy en el mismo hospital, he conseguido un mejor contrato en otro cerca de casa, donde iba a hacer las dichosas prácticas que nunca hice. Estos tres años me han enseñado que todo es tan efímero que hay que aprender a querer y sobre todo, demostrarlo.

Gracias a todos los que me habéis hecho convertirme en la mujer que soy, con mis cosas buenas y mis cosas malas.

Mi familia, que sin duda siempre está ahí pase lo que pase, con mención especial en mi madre y por obligarme día a día a desnudarme en la puerta de casa durante el confinamiento.  A Paquito por las comidas durante mi dieta. A mi hermana por ese apoyo incondicional aunque nos saquemos de nuestras casillas. A mis tíos y tías por ser mis segundos padres, siempre. A mis abuelos porque sin ellos no sería quien soy. A mis primos por ser el sustento de niñez-adolescencia que necesito. A mi padre por las llamadas en horas a las que nadie las espera. A Macarena y Brenda por tantísimo y junto con Noelia por llamarme ese 29 de marzo de 2020 que tan hecha polvo estaba. A Pilar por ser una perra del infierno y no terminar en él. A Dani por los planes con toques de queda y casi acabar detenidos (mamá, esto es ironía). A Laura por ese maravilloso trabajo de fin de curso que casi no entregamos. A Sofía por estos años de apoyo en el trabajo. A Rocío por las quedadas. A todas esas chicas que me he dejado en el Ramón, y alguna que ya no está trabajando allí, por robar comida que traían a la urgencia y nuestros desayunos en la Panocha. Y a mi gente del baile que tanto me ha hecho olvidarme de muchas preocupaciones. 

Estos años han sido inolvidables pero de verdad de la buena porque me quedo con todo lo bueno.

💖


1 comentario:

Anónimo dijo...

Me encanta volver a leer tus textos. Muchos besitos.

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